Cualquiera puede convertirse en fotógrafo con tan sólo tomar una cámara, apuntar con la lente hacia algo en específico y apretar el obturador; sin embargo, para ser un buen fotógrafo en realidad se requieren de muchas otras tantas cosas que quizá, sólo algunas personas tienen.
El arte de fotografiar requiere, en gran cantidad, de una sensibilidad muy especial que permita observar más allá de lo que nuestros ojos ven de primera intención, es encontrarle el ángulo diferente a las cosas cotidianas y mostrarlas de una manera distinta, que logren sorprender a cualquiera y que muestren, a esos objetos, de una forma distinta.
Dicen que la experiencia es también uno de los mejores aliados para hacer una buena fotografía, aunque la realidad nos dice que, nada está escrito y no siempre tiene que ser así. Hay quienes sin pensarlo y sólo por el gusto de ponerse a capturar imágenes de todo lo que se encuentren a su paso, se convierten en maestros anónimos de la lente.
Esa es la historia de Sam Kaye, un pequeño de tan sólo 12 años de edad que ha revolucionado el mundo de la fotografía con sus espectaculares imágenes, con la que ha dado otra cara al reino animal.
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